La promulgación de decretos legislativos por parte del gobierno, con el objetivo de facilitar la inversión privada en la región amazónica, fue el detonante violento que desnuda la profunda desconexión entre el proyecto de desarrollo del gobierno y las necesidades de comunidades nativas amazónicas, históricamente olvidadas. Es la diferencia entre el Estado y sus ciudadanos. Es la diferencia entre ciudadanos, en donde dichas comunidades pertenecen a los de segunda clase. Si las andinas, ocupan gran parte de las de mayor pobreza, las nativas un vasto territorio con recursos naturales importantes. Es por eso, si bien el gobierno podía y necesitaba generar normas para atraer la inversión extranjera, lo hizo transitando por el peor camino, pues no hay peor resultado que aquel que está bañado en sangre.
El hecho no sólo daba muestra de una soberbia estatal, sino que prendía la chispa de los sentimientos de mayor desconfianza de las comunidades hacia el Estado, que han sentido que sus derechos siempre han sido pisoteados. La antigua era del caucho, se reverdecía con el petroleo y gas,en donde la política del embudo, colocaban a las empresas en la parte ancha. De esta manera, no es difícil entender como los sectores más radicalizados, encabezados por Alberto Pizango, presidente de la Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana (Aidesep), hoy clandestino, pudieron liderar un movimiento, que en el momento de los sucesos del 5 y 6 de junio, ya llegaba a más de ocho semanas de paralización y de toma de carreteras y puentes.
Si bien un forzado diálogo se estableció entre el primer ministro Yehude Simon y Alberto Pizango, así como el Congreso revisaba los decretos del legislativos, llegó tarde y nadie pudo evitar el desborde de violencia que segó la vida de tantos peruanos. El gobierno ha tomado el control de la situación en Bagua, pero ha respondido con medidas represivas y propagandísticas que claramente tienen límites.
Lo ocurrido en Bagua, sino lo resuelve de otra manera, puede terminar con su baja aprobación(Alan García), pero sobre todo hacer daño a una democracia poco generosa en resultados.
Por: Sharon Leiva Ordoñez